viernes, 27 de febrero de 2009

Escribir divirtiéndose.

Escribir divirtiéndose,
es hallar la memoria de la permanencia en la ausencia del olvido.
Cito un párrafo de un escrito mío que explica el motivo de la frase de arriba. Deseo que sea de utilidad y espero vuestras opiniones.

“Tenía que aprenderlo todo de memoria; le habían lanzado a memorizar. Pero para él la capacidad del cerebro de almacenar no era una realidad. Tenía la impresión personal que todo en él, era un continuo presente porque al segundo se había olvidado de cualquier cosa aprendida. Siempre que veía a alguien lo veía por primera vez, no importaba que lo hubiese visto toda la vida; si leía un libro lo leía en aquel momento, aunque lo hubiese leído mil veces; si caminaba por una acera, lo hacía como si fuera diferente aunque la hubiera recorrido cientos de veces; si disfrutaba de una película, sólo le quedaba la sensación porque bien pronto se le evaporaba el argumento.

Todo se introducía en su mente pero se detenía, como si se posase sobre una ciénaga que lo engullía todo en la oscuridad del olvido y se mostraba como si no hubiese estado nunca. Así, aunque prestaba atención y repetía con interés, recordaba con dificultad y sobre todo olvidaba con facilidad pasmosa. En él, todo era “tabula rasa” y no había abertura de nada al recuerdo. Cuantas veces, se encandilaba en el milagro que representaba la memoria del “dejà vu”: ver a una persona y imaginársela como alguien ya conocida, leer un libro y recordarlo como si lo hubiese leído con anterioridad, ir por una calle nueva y evocarla como algo ya visitada en otro momento o recordar en sueños las lecciones del próximo examen.

Pero no, en él, sólo funcionaba la simple excitación transitoria de la sinapsis de la memoria a corto plazo (la memoria cache) y nunca se le excitaba y menos le funcionaba la activación de genes y síntesis de proteínas para la memoria a largo plazo (la memoria ram). Su memoria sólo se ponía en funcionamiento a modo del animal, como respuesta a las inmediatas necesidades.

Sin embargo, esta disfunción era su fuente de novedades y de recreaciones porque cada vez todo era nuevo y su fuerza para avanzar lo conseguía en el esfuerzo personal de su perseverancia. Cuando no comprendía un problema hacía un esquema y escribía un resumen de la cuestión, porque para él escribir era la lucha contra el olvido y la disciplina para la memoria. Así funcionaba su modo de proceder en los tediosos estudios de infinitas asignaturas que se repetían tan inconsistentemente como se olvidaban. No recordaba nada que no tratase de recordar mil veces en la forma más particular posible.

Sus haikus personales, epigramas en forma de chuleta o ideogramas con significado, era su heurística para resolver sus problemas de memorización. Y si el problema era abstracto intentaba comprenderlo con un ejemplo concreto. Y así lo re-escribía todo en resumen y breves croquis como si fueran rótulos estudiantiles que intentaba memorizar, trabajando cada palabra como si el mundo dependiera de ello. A fuerza de repetir y machacar siempre afloraba cierta memoria por lo menos para pasar el obligado examen.

En esto, consistía su forma individual de avanzar. La repetición y la lectura era su salvación, pues sin tener que dar cuentas a nadie le servía para descubrir nuevos puntos de vista. Y aunque lo olvidase por completo y se le borrase de la memoria, la mella, el poso y el sedimento que dejaban en su inteligencia eran suficientes. Por ello la lectura se convertía un acto placentero y creativo. Su estructura mental avanzaba con la fluidez del cambio y hallaba la riqueza en la repetición y en la variedad. Había aceptado la naturaleza impermeable y transitoria de las cosas en lugar de aferrarse a formas fijadas y categorías impuestas.

Su memoria débil le hacía penetrar en la riqueza del presente sin dejarse embaucar por la facilidad y la seguridad. Donde no hay nada de don, todo es voluntarismo y actitud constante de ser en estado de hacer. Llegó a interiorizar que lo importante en todo aprendizaje era la dedicación y la constancia. Porque es el esfuerzo el que hace que la flecha se dispare sola y se acordaba de aquel aforismo: “la ciencia se puede aprender de memoria pero la sabiduría no” (Sterne)”.

miércoles, 25 de febrero de 2009

Como las inclusas.

Como las inclusas de un canal salvan diferencias de nivel, el tiempo pone al alcance de las criaturas con solución de continuidad la exploración de épocas distintas, las unifica en su sentido real, aclara verdades de otros periodos de la vida difíciles de comprender y facilita la evocación del pasado al presente en una proyección de futuro. Por que pasado y futuro existen “ya” en el presente en relación inter-actuante espacio-tiempo.

El tiempo es ave.

Porque el tiempo es ave que escapa de las manos, corre tan deprisa que arrastra el viento y va tan lento que el horizonte le atrapa, pero siempre deja el recuerdo vivo y permanente y selecciona la realidad y la recrea. Posee la información y la creatividad para diseñar el propio espacio. Es trovador, juglar, aedo y bardo de la palabra y de historias que hechizan la mente. Es el mensajero de blancas y largas barbas que permite construir la adecuada visión del mundo.

Todo tiene su tiempo.

Todo tiene su tiempo:
hay tiempos
de paz y de guerra,
de amor y de odio,
de perros y de discordias,
de recuerdos y de olvidos.
Tiempo para hablar y callar.
Tiempos de pausa,
de muertos y vivos.
Tiempos tristes y alegres,
absurdos, revueltos y buenos,
oportunos e inoportunos.
Tiempo para ganar y perder,
para conservar y arrojar.
Las cosas a su tiempo:
tiempo al tiempo,
porque quien las ordena es él
y pone a cada uno donde se merece.