martes, 24 de noviembre de 2009

DESDE EL HORIZONTE DEL TIEMPO

Nebulosa del Aguila -Messier 16


En instante de eternidad, del presente infinito, era el tiempo que acogía el vacío de las inmensas masas oscuras del caos. El momento congelado se abrió al estallido explosivo de una deforme y polvorienta niebla gaseosa concentrada en el azul tibio que se esparció en el espacio dilatándose incesantemente hacia el rojo opaco. En esta explosión del vacío, pilares granulados de gas y polvo, livianos como volutas de humo aparecieron por ensalmo en la elástica e inmensa extensión arrastradas por vientos radiactivos. Eran espículas, penachos que surgían de la eclosión, protuberancias del flujo de los gases calientes en movimiento vertiginoso de ondas que atrapadas proporcionaban frecuencias a modo de vibraciones sonoras. La explosión atravesó el sideral universo a velocidades astronómicas y con movimientos multidimensionales, acompasados de armónicos impulsos rítmicos se deslizaba por el universo etéreo del cosmos en un encaje de brumas de cimas y valles. A modo de aliento, en el más allá sobrecogedor, resoplaba y se expandía la nebulosa hacia lo desconocido, hacia todo aquello que se salvó en la memoria del estruendo.

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